La salud pública es esa disciplina que razona a la salud como fenómeno colectivo: identifica y analiza los problemas de salud de las comunidades, sus posibles causas, propone alternativas de solución con base a la evidencia, diseña e implementa estrategias para solucionarlos y evalúa sus resultados. No se ocupa solamente, como muchos creen, de organizar los sistemas de salud financiados por el estado, ni se limita a administrarlos. La salud pública tiene bases conceptuales sólidas y métodos, que permiten decidir el nivel de prevención para las intervenciones de salud, definir las poblaciones que serán objeto de las intervenciones e identificar las mejores alternativas para mejorar el nivel de salud y la calidad de vida de los ciudadanos.
La salud pública tiene una honrosa historia y tradición en Chile, jalonada de próceres que pensaron que la salud del país era un bien superior que el estado debía proteger. Ciertamente fueron exitosos en sus planteamientos, evidencia de ello ha sido el avance en los indicadores de salud chilenos, que van mucho más allá de lo que se hubiera esperado por el mero crecimiento económico o elevación del nivel educacional. Chile, después del Reino Unido, fue el segundo país en organizar un servicio nacional de salud, que permitió implementar intervenciones eficaces, con altas coberturas, logrando una rápida mejoría de la situación general de salud, como por ejemplo la caída en la mortalidad por tuberculosis, principal causa de mortalidad de la época. Es así como nuestro país pasó de tener las peores estadísticas de salud del mundo, a una tasa de mortalidad infantil que es la mitad que la observada en Argentina, país que históricamente ha tenido mayor riqueza y nivel educacional que Chile. Aún cuando en Chile hay desigualdades en la situación de salud, la mortalidad infantil de los hijos de mujeres de bajo NSE en Chile es mejor que la del promedio de todos nuestros vecinos. La expectativa de vida de las chilenas es mayor que la de las mujeres de USA e igual a la de las alemanas, superando los 80 años de edad. La mortalidad por enfermedades cardiovasculares ha descendido más de un 30% en los últimos 15 años, así como la mortalidad por traumatismos y violencias e incluso la mortalidad por cáncer. En la pasada pandemia, Chile fue el país del cono sur con menos mortalidad en embarazadas a causa de la influenza H1N1, no por milagro, sino porque se definió como grupo de riesgo y se le dio acceso oportuno al antiviral, adquirido por el estado para todos los chilenos.
A pesar de estos logros la población está insatisfecha con sus servicios asistenciales y tienen mucha razón en quejarse, porque las condiciones de atención y el trato muchas veces es indigno y rara vez se proponen soluciones para estos problemas. Pero a pesar de esta falencia, no podemos desconocer que las estrategias de intervención en salud poblacional de Chile son de las más exitosas del continente. Los programas de vacunación, el control pre-natal., el control de niño sano, los programas de enfermedades respiratorias, los programas de alimentación complementaria, el control de la tuberculosis, el control de la transmisión vertical de VIH, el control de zoonosis y enfermedades vectoriales y tantos otros, son motivos de real orgullo. Y no todo son hechos del pasado lejano, el programa de garantías explícitas en salud, AUGE, también fue diseñado para impactar en la situación de salud de la población, mejorar su calidad de vida y resolver discapacidades y si bien aún lleva pocos años, no cabe duda de que su implementación bien llevada afectará positivamente las tendencias de mortalidad y morbilidad de los problemas de salud incorporados, como ya se está vislumbrando en la mortalidad por infarto.
También es cierto que aún no encontramos la fórmula para enfrentar adecuadamente los desafíos derivados del mayor acceso a bienes y los cambios sociales, como son el aumento de las adicciones, la obesidad, el sedentarismo, la patología mental, y los accidentes de tránsito. Todos estos problemas distan de estar controlados, pero son desafíos que impactan igualmente en los países desarrollados y son motivo de preocupación y reflexión a nivel internacional.
A que viene toda esta perorata sobre la salud pública? Solamente para manifestar que si bien somos cada vez menos los que practicamos esta disciplina, poco reconocida y mal remunerada, estamos orgullosos de continuar la tradición de Cruz-Coque, Allende, Mardones y Horwitz, entre muchos otros; que vemos con agrado la llegada de profesionales de fuera de la salud que se encantan con la salud poblacional e intentan trabajar en ella, como son los economistas, sociólogos, comunicadores, educadores y antropólogos; pero también que nos sentimos profundamente dolidos y ninguneados cuando nombran personas que no cumplen con los requisitos mínimos para los altos cargos de la salud pública, como son las autoridades sanitarias regionales, que han servido en éste y anteriores gobiernos para pagar favores políticos; como los jefes de División del Ministerio, que ahora son llenados con expertos en marketing o ingenieros civiles, que no saben interpretar una tendencia de mortalidad, identificar una epidemia o que la esperanza de vida al nacer es determinada principalmente por la mortalidad infantil. Chile no es un país que merezca tener autoridades de salud pública que tienen nula experiencia o formación en el área, no es ese el gobierno de excelencia que prometieron. No tengo nada en contra de las personas nombradas, es más he tenido la oportunidad de conocer a algunos y me parecen valiosos, pero ese no es el tema, simplemente creo que no se puede ir a aprender salud pública desde una jefatura. Hago un llamado a las autoridades para que evitemos el desperdicio del talento y creatividad que significa no usar los recursos idóneos para los cargos de responsabilidad pública, y para que tomen medidas que ayuden a profesionalizar el servicio público. Solo así se podrá atraer y retener a personas que quieran dedicar su vida a mejorar la salud de la población y no a perseguir el poder político para figuración personal o partidaria.
Dra. Ximena Aguilera S.
Especialista en Salud Pública
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